miércoles, 16 de octubre de 2013

GANCHO AL CORAZÓN - Milagro Gabriel



Supongo que ya habréis visto este libro en muchos otros blogs, pero yo no había tenido tiempo hasta ahora para ponerlo y además, así no coincidimos todos al mismo tiempo y si a alguien se le olvidó pues puede recordarlo ahora.



Os dejo con las palabras de la autora, Milagro Gabriel:

Después de escribir varias novelas que he publicado en mi blog http://historiasdeamorydeseo.blogspot.com/?zx=26591b4b3f6539ea  ahora decidí embarcarme en una nueva aventura... Con ayuda de la Editorial Ned, he publicado para la venta una novela inédita, construida a partir de un relato corto que antes había publicado en mi blog de manera gratuita.
La novela se encuentra a la venta aquí:
http://www.nuevaeditoradigital.com/#!milagro-gabriel-evans/c1tw0


Y como botón de muestra os dejo el prólogo y el primer capítulo:

Prólogo

Les voy a contar mi historia, y como todo lo que tiene que ver conmigo, es genial, por decir lo menos. Bien es cierto que mi vida ahora no es como la soñé mientras crecía o reinaba en la escuela, pero sigue siendo fuente de envidia para muchos y de total espanto para otros. Suerte para mí que en estos momentos me importa una mierda lo que piensen los demás… tengo que admitir que esta verdad me la enseñó mi amante.

Mi hombre tiene apenas veinticinco años, piel ligeramente achocolatada y serios ojos azules, pero lo que más me gusta de él es su altura, metro noventa de músculos fibrosos y huesos sólidos. Amo peinar su largo cabello rubio en cientos de trenzas apretadas, las cuales caen como cascada hasta su media espalda. Nosotros hacemos un lindo contraste, donde su piel es morena, la mía es blanca, siendo él una torre, yo mido apenas metro setenta y cinco de cuerpo esbelto. Nos vemos hermosos al estar juntos. Hasta mi cabello negro recortado por un profesional se ve interesante junto a las trenzas largas de mi amor.

El cómo estamos juntos, el cómo terminó este rudo deportista emparejado con un "niño bien" como él me llama. Es sencillo, algo de artimañas de mi parte, sexo rudo de la suya…¿qué puedo decir? Lo amo, aunque no siempre fue así.

Recuerdo como si fuera ayer cuando teníamos recién cumplidos dieciocho años, estudiaba en una prestigiosa escuela europea, lugar donde las más frívolas y blasfemamente ricas familias enviaban a sus jóvenes vástagos. Yo era uno de esos chicos afortunados, jamás se me negó dinero, caprichos o lujos, reinaba sobre mis compañeros varones, ya que era una escuela de hombres. Lo único que no conocí fue el amor, la idea de una familia siempre fue para mí una asociación de personas que perpetuaban la riqueza recibida generaciones atrás.

 

En fin, no deseo cansarlos con este aburrido monólogo; mejor vamos al punto: aquí les dejo la historia de cómo dos galaxias tan diferentes se encontraron y se fusionaron convirtiéndose en lo que somos ahora. Un amor de los que te dan un gancho al corazón y te enseñan el por qué la sangre pesa más que el agua.

CAPÍTULO 1

La escuela Saint Francis para hombres se alzaba en medio de un campo verde rodeado por un majestuoso bosque que le hace digna de una postal. En otro tiempo había sido uno de los castillos que utilizaba la nobleza para veranear; ahora era baluarte de la educación de los hijos de las mejores familias del mundo. Si eras alguien, tendrías a tus hijos entre la selecta lista de los escogidos a estudiar en ella.

Eso sí, debes tomar en cuenta que al igual que en una prisión, la exclusiva compañía masculina hacía que ciertas necesidades tuvieran que ser solventadas según la ocasión con lo que tuviéramos más a la mano. Así que no era de extrañar que se dieran ciertas confianzas encubiertas en un secreto a voces. Claro que después de que los chicos se graduaran, una distinguida dama, de buena familia y fortuna consolidada sería la elegida para contraer matrimonio. La riqueza esta aunada a la responsabilidad de dar herederos, a nadie se le ocurría el pensar en una opción de vida diferente.



Como un rey en sus dominios caminaba Damiam, vestido con un uniforme verde con el escudo de armas bordado en su chaqueta. Se movía con la elegancia que da el pertenecer a una de las familias más influyentes de este lado del mar. El séquito que le seguía eran los hijos de varios ministros, el sobrino de un rey y dos chicos cuyos padres tenían emporios comerciales desde que los vikingos robaban en los puertos.

La entrada al comedor estaba planificada como todo en la vida de Damiam, su padre se lo había repetido mil veces:"los Delorca no le dejamos nada a la suerte". Llegó justo a la hora que la puntualidad dictaba, entró por las amplias puertas al área del comedor, dejando claro cuál era su lugar en el mundo.

Los seiscientos estudiantes, todos sentados en largas mesas acomodados según su estatus familiar, observaban la llegada del Delorca. Algunos intentaron fingir que ignoraban al heredero, otros le sonreían buscando ser reconocidos por éste, la mayoría guardaba una respetuosa distancia. Nadie con una neurona que funcionara se metería en el camino de ese chico, una palabra suya y estarías condenado al ostracismo social.

Adivinando lo que esos conejitos pensaban, Damiam se encaminó hasta su mesa habitual, justo a la derecha de donde el personal docente y dirección se sentaban. El pertenecer a una de las familias fundadoras del colegio aseguraba un lugar para él y para su descendencia hasta que esas viejas rocas se cayeran de viejas. El resto de su comitiva se acomodó según lo hacían siempre; el heredero solo se rodeaba de lo más selecto que el dinero pudiera seducir.

El desayuno fue servido por el personal, vestido como lo harían los camareros del más fino restaurante, no se podía pedir menos para los nenes de papá. Damiam bebía su té despacio, como si el tiempo estuviera a su servicio, fingiendo una tranquilidad que no sentía. Su padre lo había llamado justo después de haber salido de la cama y poner los pies sobre la mullida alfombra de su habitación. Las palabras del hombre eran una advertencia clara, una amenazaba tan peligrosa como la cuchilla de la "Señora Guillotina". Ésta se cernía justo sobre su cabeza:

—Ay de ti hijo, que denigres el nombre de la familia como lo hizo tu primo, te juro que su destino será un premio si lo comparas con lo que haré contigo.

Damiam tragó el nudo que se le había formado en la garganta con ayuda del líquido caliente. Su primo había desaparecido desde hacía un mes y no se había sabido nada de él. El día anterior se había atrevido a preguntarle a su madre por él. Ella le pidió, con la frialdad acostumbrada, que se abstuviera de recordar que alguien como Fred había nacido en la familia. Sabiendo que su insistencia acarrearía que su cariñosa progenitora se lo dijera a su padre, prefirió cambiar de tema.

Recordar las intrincadas políticas familiares solo le causaba dolor de cabeza, entonces para cambiar de tema Damiam prefirió desviar su atención al chismorreo a su alrededor. Por lo visto los chicos tenía un nuevo tema y no paraban de hablar de ello, un "si almuerzo no ceno", se había colado entre los estudiantes casando diversión en unos y una reacción alérgica en otros. En otras palabras, un pobre que no debía estar ahí había ingresado a la escuela. Sorprendente, inaudito, inconcebible. No recordaba en su generación, ni en la de su padre que algo así hubiera ocurrido. La charla llamó de inmediato su atención. Dejó la servilleta, la cual tenía bordado a mano el escudo de armas de la escuela y se limpió una gota imaginaria que pendía de su barbilla.

—¿Se puede saber de qué demonios están hablando? —preguntó en un tono de franco fastidio— ¿De quién hablan? ¿Algún hijo de un presidente de algún país tercermundista o el hijo de una de las amantes de un jeque petrolero? ¿De quién hablan? Sea quien sea no durará mucho—sonrió y se encogió de hombros dejando entrever que era cuestión de tiempo para mostrarle el camino de salida de la escuela al chico nuevo, mucho más si éste no era de su total agrado.

Los demás miembros de su mesa sonrieron como depredadores ante un pedazo de carne fresca, a falta de mujeres algunos se habían especializado en el fino arte de la distribución de información.

—Nada de eso—respondió con evidente disfrute por darle la primicia su amigo por conveniencia—. Es aún peor.

El chico rubio como trigo al sol, casi daba saltitos en su silla solo de imaginarse la cara de Damiam cuando terminara de contarle:

—A este chico puedes seguirle la línea familiar hasta dos generaciones atrás, creo que su abuela fue una rata de alcantarilla o algo así.

Los demás soltaron una carcajada ahogada por las servilletas que habían puesto delicadamente sobre su boca al ver en Damiam una expresión nada elegante en la cara.

—No jueguen—amonestó—.¿Es el hijo de un dictador de África?

Si antes los acompañantes del heredero habían podido contener el escándalo, ahora sí fue imposible. Merino, el chico rubio, había dejado caer la copa a causa de las carcajadas que no pudo evitar soltar, los otros miembros de la mesa lo secundaron logrando que los restantes estudiantes levantaran sus cabezas curiosos. El suave tintineo de una copa al ser golpeada por un tenedor se escuchó desde la mesa de los profesores, ya estaban debidamente regañados.

—Más les vale que se dejen de jueguitos —advirtió Damiam en un tono engañosamente suave que no dejaba lugar para réplicas—comiencen a explicarse.

Una vez recuperada la compostura, el hijo del primer ministro de Francia, tomó la palabra:

—Ninguno de nosotros está seguro de nada—habló con ese acento suyo que hacía a Damiam querer llevárselo nuevamente a los jardines del colegio al caer la noche— Solo sabemos que es un estudiante becado.

El heredero le dedicó una mirada curiosa al travieso francés, si deseaba saber algo con cierta exactitud, ese hombre era la persona para consultarle.

—¿Becado? —Sintió asco solo de pronunciar la palabra— Eso es imposible, sencillamente imposible.

Patrick se encogió de hombros, en un gesto que en él era de sexy desinterés.

—De un modo u otro estará aquí mañana—aclaró el francés— según corre el rumor es un rudo boxeador que se encargará de recibir por nosotros—las risitas morbosas no se hicieron esperar, cada quién sabían lo de todos y tenía lo suyo que ocultar aunque jamás se comentara en voz alta.

El resto del desayuno pasó en un constante reciclar de cuentos traídos a colación desde el curso anterior. Quién de los graduados del año pasado se casó, con quién, cuántos aumentaron sus fortunas y qué otros habían acabados metidos en escándalos funestos. Por un momento Damiam había temido que el nombre de su primo saliera a colación, pero eso jamás sucedió. Al parecer su familia había realizado bien su trabajo en desviar la atención pública de "ese hecho vergonzoso" del cual ni él tenía noticia.

El primer día de clases había transcurrido como el de todos los anteriores cursos, había recibido un par de propuestas abiertamente impúdicas de parte de unos mocosos de segundo año, una suerte que él cumpliera los dieciocho hasta algunos meses después, pudiendo darle alguna que otra lección a esos calienta camas sin acabar en la cárcel por corrupción de menores.

Las palabras del director se escucharon como una copia al carbón de todas las anteriores ocasiones, la distribución de los folder de cuero italiano con los horarios y otras nimiedades, el ignorar a uno y saludar con fría cortesía a otros, todo era parte de una rutina preestablecida con la aburrida presteza del que sabe que no hay nada nuevo bajo el sol.

El heredero de los de Delorca se dirigió a su habitación, la que no compartía con nadie. A los estudiantes que pagaban las más altas colegiaturas se les asignaba una pareja; luego los menos afortunados eran acomodados en grupos de tres. Damiam tenía un dormitorio para él solo. Ya se había encargado de dejar claro, que quién se atreviera a insistir en compartir su espacio privado, tenía los días contados en el colegio. Después de dos aleccionadores casos, nadie había querido probar suerte.

Cerrando la puerta tras de sí, Damiam se quitó la chaqueta del uniforme, dejándola cuidadosamente doblada sobre una silla, colocando sus pantalones sobre esta, los zapatos y las medias junto a las patas de madera en el piso. Apenas en ropa interior entró al cuarto de baño, la tina estaba preparada, llena de agua caliente y sales minerales. Siempre que regresaba de las vacaciones con su amorosa familia, volvía queriendo enterrarse en los terrenos del colegio para no tener que repetir la experiencia.

Según las insistentes habladurías, mañana conocería al "Ratón de alcantarilla" que se había atrevido a entrar al territorio vedado para los de su clase, por ahora disfrutaría de su delicioso baño, mañana ya vería como lograr que el universo recuperara su orden natural.

5 comentarios:

  1. Hola!! Les recomiendo comprar el libro, esta buenisimo!! Gracias Minu por seguir propagando la informacion, estoy segura que Milagro te lo va agradecer de corazon! ;) Es bueno ver como diferentes blogs se ayudan entre si!!

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  2. Hola Minu!!
    me alegro mucho por Gaby y todo el apoyo que ha recibido de los blogs,
    que tengas linda tarde, besosss

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  3. *-* Me encanta esta escritora es genial! La deseo mucha suerte con sus libros porque es buenisima y muy simpatica! Gracias minu por seguir apoyando los autores de lengua española!!

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  4. El libro tiene una pinta estupenda, gracias Minu por recomendarlo.Me cae muy bien su autora y nos ha regalado unas historias maravillosas. Se merece todo el apoyo que le estais dando.
    Besoss

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  5. Hola Minu, gracias por la recomendación, mucha suerte a Milagro con su libro escribe fantastico.
    besos

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