Supongo que ya habréis visto este libro en muchos otros blogs, pero yo no había tenido tiempo hasta ahora para ponerlo y además, así no coincidimos todos al mismo tiempo y si a alguien se le olvidó pues puede recordarlo ahora.
Os dejo con las palabras de la autora, Milagro Gabriel:
Después de escribir varias novelas que he publicado en mi blog http://historiasdeamorydeseo.
La novela se encuentra a la venta aquí:
http://www.
Y como botón de muestra os dejo el prólogo y el primer capítulo:
Prólogo
Les voy a contar mi
historia, y como todo lo que tiene que ver conmigo, es genial, por decir lo
menos. Bien es cierto que mi vida ahora no es como la soñé mientras crecía o
reinaba en la escuela, pero sigue siendo fuente de envidia para muchos y de
total espanto para otros. Suerte para mí que en estos momentos me importa una
mierda lo que piensen los demás… tengo que admitir que esta verdad me la enseñó
mi amante.
Mi hombre tiene apenas
veinticinco años, piel ligeramente achocolatada y serios ojos azules, pero lo
que más me gusta de él es su altura, metro noventa de músculos fibrosos y
huesos sólidos. Amo peinar su largo cabello rubio en cientos de trenzas
apretadas, las cuales caen como cascada hasta su media espalda. Nosotros
hacemos un lindo contraste, donde su piel es morena, la mía es blanca, siendo
él una torre, yo mido apenas metro setenta y cinco de cuerpo esbelto. Nos vemos
hermosos al estar juntos. Hasta mi cabello negro recortado por un profesional
se ve interesante junto a las trenzas largas de mi amor.
El cómo estamos juntos,
el cómo terminó este rudo deportista emparejado con un "niño bien"
como él me llama. Es sencillo, algo de artimañas de mi parte, sexo rudo de la
suya…¿qué puedo decir? Lo amo, aunque no siempre fue así.
Recuerdo como si fuera
ayer cuando teníamos recién cumplidos dieciocho años, estudiaba en una
prestigiosa escuela europea, lugar donde las más frívolas y blasfemamente ricas
familias enviaban a sus jóvenes vástagos. Yo era uno de esos chicos afortunados,
jamás se me negó dinero, caprichos o lujos, reinaba sobre mis compañeros
varones, ya que era una escuela de hombres. Lo único que no conocí fue el amor,
la idea de una familia siempre fue para mí una asociación de personas que
perpetuaban la riqueza recibida generaciones atrás.
En fin, no deseo cansarlos con este aburrido monólogo; mejor vamos
al punto: aquí les dejo la historia de cómo dos galaxias tan diferentes se
encontraron y se fusionaron convirtiéndose en lo que somos ahora. Un amor de
los que te dan un gancho al corazón y te enseñan el por qué la sangre pesa más
que el agua.
CAPÍTULO 1
La escuela Saint Francis
para hombres se alzaba en medio de un campo verde rodeado por un majestuoso
bosque que le hace digna de una postal. En otro tiempo había sido uno de los
castillos que utilizaba la nobleza para veranear; ahora era baluarte de la
educación de los hijos de las mejores familias del mundo. Si eras alguien,
tendrías a tus hijos entre la selecta lista de los escogidos a estudiar en
ella.
Eso sí, debes tomar en
cuenta que al igual que en una prisión, la exclusiva compañía masculina hacía
que ciertas necesidades tuvieran que ser solventadas según la ocasión con lo
que tuviéramos más a la mano. Así que no era de extrañar que se dieran ciertas
confianzas encubiertas en un secreto a voces. Claro que después de que los
chicos se graduaran, una distinguida dama, de buena familia y fortuna
consolidada sería la elegida para contraer matrimonio. La riqueza esta aunada a
la responsabilidad de dar herederos, a nadie se le ocurría el pensar en una
opción de vida diferente.
Como un rey en sus
dominios caminaba Damiam, vestido con un uniforme verde con el escudo de armas
bordado en su chaqueta. Se movía con la elegancia que da el pertenecer a una de
las familias más influyentes de este lado del mar. El séquito que le seguía eran
los hijos de varios ministros, el sobrino de un rey y dos chicos cuyos padres
tenían emporios comerciales desde que los vikingos robaban en los puertos.
La entrada al comedor
estaba planificada como todo en la vida de Damiam, su padre se lo había
repetido mil veces:"los Delorca no le dejamos nada a la suerte".
Llegó justo a la hora que la puntualidad dictaba, entró por las amplias puertas
al área del comedor, dejando claro cuál era su lugar en el mundo.
Los seiscientos
estudiantes, todos sentados en largas mesas acomodados según su estatus
familiar, observaban la llegada del Delorca. Algunos intentaron fingir que
ignoraban al heredero, otros le sonreían buscando ser reconocidos por éste, la
mayoría guardaba una respetuosa distancia. Nadie con una neurona que funcionara
se metería en el camino de ese chico, una palabra suya y estarías condenado al
ostracismo social.
Adivinando lo que esos
conejitos pensaban, Damiam se encaminó hasta su mesa habitual, justo a la
derecha de donde el personal docente y dirección se sentaban. El pertenecer a
una de las familias fundadoras del colegio aseguraba un lugar para él y para su
descendencia hasta que esas viejas rocas se cayeran de viejas. El resto de su
comitiva se acomodó según lo hacían siempre; el heredero solo se rodeaba de lo
más selecto que el dinero pudiera seducir.
El desayuno fue servido
por el personal, vestido como lo harían los camareros del más fino restaurante,
no se podía pedir menos para los nenes de papá. Damiam bebía su té despacio,
como si el tiempo estuviera a su servicio, fingiendo una tranquilidad que no
sentía. Su padre lo había llamado justo después de haber salido de la cama y
poner los pies sobre la mullida alfombra de su habitación. Las palabras del
hombre eran una advertencia clara, una amenazaba tan peligrosa como la cuchilla
de la "Señora Guillotina". Ésta se cernía justo sobre su cabeza:
—Ay de ti hijo, que
denigres el nombre de la familia como lo hizo tu primo, te juro que su destino
será un premio si lo comparas con lo que haré contigo.
Damiam tragó el nudo que
se le había formado en la garganta con ayuda del líquido caliente. Su primo
había desaparecido desde hacía un mes y no se había sabido nada de él. El día
anterior se había atrevido a preguntarle a su madre por él. Ella le pidió, con
la frialdad acostumbrada, que se abstuviera de recordar que alguien como Fred
había nacido en la familia. Sabiendo que su insistencia acarrearía que su
cariñosa progenitora se lo dijera a su padre, prefirió cambiar de tema.
Recordar las intrincadas
políticas familiares solo le causaba dolor de cabeza, entonces para cambiar de
tema Damiam prefirió desviar su atención al chismorreo a su alrededor. Por lo
visto los chicos tenía un nuevo tema y no paraban de hablar de ello, un "si
almuerzo no ceno", se había colado entre los estudiantes casando diversión
en unos y una reacción alérgica en otros. En otras palabras, un pobre que no
debía estar ahí había ingresado a la escuela. Sorprendente, inaudito,
inconcebible. No recordaba en su generación, ni en la de su padre que algo así
hubiera ocurrido. La charla llamó de inmediato su atención. Dejó la servilleta,
la cual tenía bordado a mano el escudo de armas de la escuela y se limpió una
gota imaginaria que pendía de su barbilla.
—¿Se puede saber de qué
demonios están hablando? —preguntó en un tono de franco fastidio— ¿De quién
hablan? ¿Algún hijo de un presidente de algún país tercermundista o el hijo de
una de las amantes de un jeque petrolero? ¿De quién hablan? Sea quien sea no
durará mucho—sonrió y se encogió de hombros dejando entrever que era cuestión
de tiempo para mostrarle el camino de salida de la escuela al chico nuevo,
mucho más si éste no era de su total agrado.
Los demás miembros de su
mesa sonrieron como depredadores ante un pedazo de carne fresca, a falta de
mujeres algunos se habían especializado en el fino arte de la distribución de
información.
—Nada de eso—respondió
con evidente disfrute por darle la primicia su amigo por conveniencia—. Es aún
peor.
El chico rubio como
trigo al sol, casi daba saltitos en su silla solo de imaginarse la cara de
Damiam cuando terminara de contarle:
—A este chico puedes
seguirle la línea familiar hasta dos generaciones atrás, creo que su abuela fue
una rata de alcantarilla o algo así.
Los demás soltaron una
carcajada ahogada por las servilletas que habían puesto delicadamente sobre su
boca al ver en Damiam una expresión nada elegante en la cara.
—No
jueguen—amonestó—.¿Es el hijo de un dictador de África?
Si antes los
acompañantes del heredero habían podido contener el escándalo, ahora sí fue
imposible. Merino, el chico rubio, había dejado caer la copa a causa de las
carcajadas que no pudo evitar soltar, los otros miembros de la mesa lo
secundaron logrando que los restantes estudiantes levantaran sus cabezas
curiosos. El suave tintineo de una copa al ser golpeada por un tenedor se
escuchó desde la mesa de los profesores, ya estaban debidamente regañados.
—Más les vale que se
dejen de jueguitos —advirtió Damiam en un tono engañosamente suave que no
dejaba lugar para réplicas—comiencen a explicarse.
Una vez recuperada la
compostura, el hijo del primer ministro de Francia, tomó la palabra:
—Ninguno de nosotros
está seguro de nada—habló con ese acento suyo que hacía a Damiam querer
llevárselo nuevamente a los jardines del colegio al caer la noche— Solo sabemos
que es un estudiante becado.
El heredero le dedicó
una mirada curiosa al travieso francés, si deseaba saber algo con cierta
exactitud, ese hombre era la persona para consultarle.
—¿Becado? —Sintió asco
solo de pronunciar la palabra— Eso es imposible, sencillamente imposible.
Patrick se encogió de
hombros, en un gesto que en él era de sexy desinterés.
—De un modo u otro
estará aquí mañana—aclaró el francés— según corre el rumor es un rudo boxeador
que se encargará de recibir por nosotros—las risitas morbosas no se hicieron
esperar, cada quién sabían lo de todos y tenía lo suyo que ocultar aunque jamás
se comentara en voz alta.
El resto del desayuno
pasó en un constante reciclar de cuentos traídos a colación desde el curso
anterior. Quién de los graduados del año pasado se casó, con quién, cuántos
aumentaron sus fortunas y qué otros habían acabados metidos en escándalos
funestos. Por un momento Damiam había temido que el nombre de su primo saliera
a colación, pero eso jamás sucedió. Al parecer su familia había realizado bien
su trabajo en desviar la atención pública de "ese hecho vergonzoso"
del cual ni él tenía noticia.
El primer día de clases
había transcurrido como el de todos los anteriores cursos, había recibido un
par de propuestas abiertamente impúdicas de parte de unos mocosos de segundo
año, una suerte que él cumpliera los dieciocho hasta algunos meses después,
pudiendo darle alguna que otra lección a esos calienta camas sin acabar en la
cárcel por corrupción de menores.
Las palabras del
director se escucharon como una copia al carbón de todas las anteriores
ocasiones, la distribución de los folder de cuero italiano con los horarios y
otras nimiedades, el ignorar a uno y saludar con fría cortesía a otros, todo
era parte de una rutina preestablecida con la aburrida presteza del que sabe
que no hay nada nuevo bajo el sol.
El heredero de los de
Delorca se dirigió a su habitación, la que no compartía con nadie. A los
estudiantes que pagaban las más altas colegiaturas se les asignaba una pareja;
luego los menos afortunados eran acomodados en grupos de tres. Damiam tenía un
dormitorio para él solo. Ya se había encargado de dejar claro, que quién se
atreviera a insistir en compartir su espacio privado, tenía los días contados
en el colegio. Después de dos aleccionadores casos, nadie había querido probar
suerte.
Cerrando la puerta tras
de sí, Damiam se quitó la chaqueta del uniforme, dejándola cuidadosamente
doblada sobre una silla, colocando sus pantalones sobre esta, los zapatos y las
medias junto a las patas de madera en el piso. Apenas en ropa interior entró al
cuarto de baño, la tina estaba preparada, llena de agua caliente y sales
minerales. Siempre que regresaba de las vacaciones con su amorosa familia,
volvía queriendo enterrarse en los terrenos del colegio para no tener que
repetir la experiencia.
Según las insistentes
habladurías, mañana conocería al "Ratón de alcantarilla" que se había
atrevido a entrar al territorio vedado para los de su clase, por ahora
disfrutaría de su delicioso baño, mañana ya vería como lograr que el universo
recuperara su orden natural.
Hola!! Les recomiendo comprar el libro, esta buenisimo!! Gracias Minu por seguir propagando la informacion, estoy segura que Milagro te lo va agradecer de corazon! ;) Es bueno ver como diferentes blogs se ayudan entre si!!
ResponderEliminarHola Minu!!
ResponderEliminarme alegro mucho por Gaby y todo el apoyo que ha recibido de los blogs,
que tengas linda tarde, besosss
*-* Me encanta esta escritora es genial! La deseo mucha suerte con sus libros porque es buenisima y muy simpatica! Gracias minu por seguir apoyando los autores de lengua española!!
ResponderEliminarEl libro tiene una pinta estupenda, gracias Minu por recomendarlo.Me cae muy bien su autora y nos ha regalado unas historias maravillosas. Se merece todo el apoyo que le estais dando.
ResponderEliminarBesoss
Hola Minu, gracias por la recomendación, mucha suerte a Milagro con su libro escribe fantastico.
ResponderEliminarbesos