viernes, 25 de enero de 2013

LA AMAZONA



CAPÍTULO 4
 
 
Apoyé el codo sobre el jergón de paja y contemplé el rostro dormido de Lars.  Los rayos del sol iluminaban una faz enérgica pero a la vez vulnerable, y sin saber por qué me invadió la ternura. Con un mechón de mi cabello a modo de pincel comencé a hacerle cosquillas en la nariz. Dio un manotazo al aire como si quisiera espantar a una mosca y luego abrió los ojos. Le dirigí mi mejor sonrisa de inocencia y él sonrió también.

- Creo que ya es hora de que me cuentes por qué quieres ir a Tornor –dije mirándole fijamente.

El rostro de Lars se ensombreció y apartó la mirada.

- Vamos... –insistí- ¿Es que no confías en mí?

-¿Debería? –respondió con un deje de ironía en la voz- Sólo soy un prisionero, ¿no?

- Lo quiera o no, eres mucho más que eso –musité levantándome.

- ¿Qué quieres decir? –preguntó Lars con curiosidad.

- Estábamos hablando de ti –dije mientras comenzaba a lavarme con el agua helada de la palangana- Cuéntame lo de Tornor.

Permaneció unos instantes en silencio observando mis pechos desnudos. Los pezones se habían contraído por el agua fría y se alzaban desafiantes bajo su mirada. Una ráfaga de deseo me recorrió pero no era el momento, así que cogí una camisa de lino limpia y me la puse.

Lars salió de su ensimismamiento y fijó sus ojos oscuros en los míos.

-Mi hermano está allí –contestó al cabo de un momento.

-¿Tu hermano? ¿Qué demonios hace tu hermano en un lugar tan peligroso? – pregunté sorprendida.

-Se considera responsable de la pérdida de nuestro hogar –respondió Lars en voz baja.

-¿Y ha elegido esa forma de suicidarse?

-No... –Lars dudó durante unos instantes- Quiere conseguir el conjuro de Tsian Lunk.

-¡Está loco! –grité asombrada- ¿Sabes de lo que es capaz ese conjuro?

-Sí, lo sé –contestó con calma- Pero es lo único que puede detener a un hechicero de nivel cinco.

-No existe ningún hechicero de ese nivel, Lars –dije extrañada.

-Sí que existe... yo conozco a uno –empezó a decir pero luego se detuvo- Será mejor que empiece por el principio.

-Tienes razón –asentí.

- Procedo de Arden Tuan. Un pequeño reino situado entre la Gran Meseta y el Mar de los Petreles. Yo era el astrólogo de la corte y mi hermano, el capitán de la Guardia Real –comenzó a explicar su historia con los ojos clavados en la pequeña ventana como si quisiera atisbar por ella su lejana tierra- Hace algo menos de un año, observé en la alineación de las estrellas que se acercaba un enorme peligro para el reino y se lo dije a mi hermano. Pero él nunca ha creído en mi ciencia y no me hizo caso.  
 
En su mirada se reflejaba un profundo dolor.

- Poco después, apareció Riech Heil con su ejército de goulos y arrasó nuestra tierra –continuó su narración con la voz entrecortada de emoción- La primera noche que atacó murió la cuarta parte de la guarnición acuartelada en la capital. En seis meses todo el reino estaba bajo su poder y el rey y todos aquellos que tenían influencia en la corte fueron asesinados.

- ¿Cómo escapasteis vosotros?

- A través de un túnel que conectaba el palacio con el templo de los Guardianes de la Fe. Supongo que algunos más lograrían escapar por allí también–dijo con tono esperanzado.

- ¿Y después?

- Después atravesamos la Gran Meseta y llegamos Ziralán. Estuvimos allí durante un par de meses pero mi hermano estaba obsesionado con volver y derrotar a Riech Heil y una noche se marchó –dijo con pesar- Tengo que encontrarlo, Miyu.

Me quedé en silencio durante un momento. La ciudad de Tornor era muy peligrosa y Lars no tendría muchas oportunidades si iba solo, así que tomé una decisión.

- Está bien –dije con una sonrisa- Te acompañaré y te ayudaré a encontrar a tu hermano.

Lars me miró asombrado.

- Pero... –vaciló sin saber cómo seguir- ¿Por qué quieres ayudarme?

-Mmm –fingí que estaba pensando- Será porque la tienes muy grande para tu tamaño...

- Hum –Lars enrojeció y me atravesó con la mirada.

- Jajaja –reí sin poderme contener- Está bien, no te enfades. Conozco a alguien que puede hacer que entremos sin peligro en Tornor.

- Pero...

- Nada de peros –le corté- Pongámonos en marcha. No hay ni un minuto que perder.   
Después de comprar algunas provisiones emprendimos el camino hacia Torres Albas, la fortaleza de un viejo amigo mío que estaba segura de que podría ayudarnos.

Esa vez ambos íbamos a pie con el caballo siguiéndonos despacio y parándose de vez en cuando para arrancar los matojos de hierba que crecían a los lados del camino.

Había sentido la tentación de llevarlo atado de nuevo, pero su rostro preocupado hizo que se me pasaran las ganas de hacerlo rabiar más.

Caminamos durante todo el día casi en silencio y sólo nos detuvimos para comer junto a un riachuelo.

-¿Piensas en tu hermano? –le pregunté al verle una vez más sumido en sus pensamientos.

- Así es.

- Si aún vive, te prometo que lo encontraremos –le dije con una sonrisa de ánimo.

Él me miró y sonrió haciendo un gesto de asentimiento.

- Te agradezco mucho tu ayuda, aunque aún no comprendo por qué...

- Sshh –le silencié- ¿Acaso importa?

Lars dudó un momento y luego negó despacio. Sus ojos me miraban con tal intensidad que parecían capaces de penetrar en mi interior para descubrir hasta mis más íntimos pensamientos.

Me sentí incómoda y desvié la mirada y me puse a recoger los restos del almuerzo.

- Será mejor que nos pongamos en marcha. Aún quedan algunas horas de luz – dije sin mirarlo.

De nuevo en silencio, proseguimos nuestro camino hasta que comenzó a anochecer y decidimos buscar algún lugar protegido para pasar la noche.

Nos adentramos en el bosque y después de unos minutos vimos el resplandor de una hoguera.

- Hemos tenido suerte –sonreí- Alguien más ha buscado cobijo en el bosque. Estaremos más seguros con ellos.

- ¿Y si son bandidos? ¿O goblins? –preguntó Lars inquieto.

- No, ellos no dejarían que sus hogueras se vieran desde lejos –le tranquilicé.

Cuando nos acercamos comprobamos que se trataba de un campamento de zíngaros. Seis carromatos pintados de vivos colores estaban colocados formando un semicírculo y había otro algo más alejado y cubierto por una lona. En el centro del claro chisporroteaban las llamas de dos enormes hogueras alrededor de las cuales, una veintena de zíngaros bailaban o conversaban mientras se asaban varias liebres y becadas en grandes espetones.

-En torno al fuego somos hermanos –recité la fórmula tradicional para pedir hospitalidad mientras avanzaba.  
Los zíngaros nos miraron con curiosidad con los colores amarillos, verdes y rojos de sus trajes refulgiendo a la luz de las llamas y una hermosa zíngara, con el cabello tan negro como las plumas de un cuervo, se levantó e hizo una seña para que todos guardaran silencio.

- Esta noche sois de los nuestros. Calentaos al fuego y saciad vuestro apetito – concedió con una sonrisa.

Dejé el caballo pastando en el borde del bosque y me senté junto al fuego con Lars a mi lado.

- ¿Eres la matriarca del clan? –pregunté a la joven zíngara.

- Así es –asintió clavándome sus penetrantes ojos- Me llamo Sejmet.

- Yo soy Miyu y éste es Lars –dije a mi vez.

- ¿Y se puede saber qué hace una amazona con un humano? – preguntó con una sonrisa burlona.

Miré a Lars que tenía el rostro completamente rojo aunque no estuve segura si se debía al tono de la zíngara o al calor del fuego.

- Es una historia muy larga –dije evasiva.

- Tenemos tiempo –insistió Sejmet.

- ¿Lars? –le sonreí indicándole que respondiera él.

- Gracias a una feliz coincidencia nos conocimos y la salvé de una letal arpía. Y después de eso, decidí acompañarla para protegerla de todo mal –respondió con total desfachatez.

A punto estuve de soltar una carcajada al escucharlo, pero conseguí contenerme a tiempo y asentí con gesto serio.

- ¿Hablas en serio? –preguntó Sejmet asombrada.

- Por supuesto – contestó Lars impasible.

Antes de que la muchacha pudiera continuar con sus preguntas, un joven vestido con una camisa azul celeste y unos pantalones negros, se acercó para entregarnos una liebre asada a cada uno y una hogaza de pan. Luego, empujó al hombre que estaba sentado al lado de Lars para ocupar su lugar.

- Debes ser un guerrero extraordinario – dijo el joven mirando a mi compañero con admiración.

- Mi vida ha estado entregada al arte de la guerra –repuso Lars con tono petulante.

El muchacho asintió muy serio.

- Me gustaría aprender a luchar con una espada –dijo después de un momento.

- Un zíngaro no necesita saber manejar la espada, Shao –dijo Sejmet con irritación- Siempre hemos usado las dagas. Ésa es nuestra tradición...

- ¡Estoy harto de nuestras tradiciones! –la cortó Shao- Por su culpa nos hemos quedado anclados en el pasado.

- Shao, ¿dónde están tus modales? –le reprendió la joven matriarca- Tenemos huéspedes.

Shao miró brevemente en nuestra dirección y luego bajó la cabeza avergonzado.

- Seguro que estáis sedientos –dijo entonces Sejmet dirigiéndose a Lars y a mi- Bebed un poco de kirban.

Nos entregó una tinaja de barro llena del líquido azulado que yo ya había probado anteriormente y cuyos efectos no podría olvidar nunca.

Lars tomó el cacillo que colgaba del asa, lo llenó y me lo pasó. Bebí un par de sorbos y se lo devolví. Mi compañero terminó el cacillo, lo paladeó y volvió a llenarlo.

- Te aconsejo que no abuses del kirban, pequeño –le advertí con una sonrisa irónica.

Lars me miró asombrado.

- Pero si apenas debe tener alcohol.

-No lo decía por el alcohol –dije enigmáticamente.

Continuamos charlando con los dos zíngaros durante un rato pero Lars cada vez hablaba menos y me di cuenta de que parecía muy acalorado.

Sejmet y Shao le observaban también con disimulo intentando aguantar la risa y, poco después, Lars se puso de pie y me miró con los ojos brillantes.

- Ven conmigo –me dijo tirándome de la manga.

- ¿A qué viene eso? –pregunté sonriendo de oreja a oreja.

- Haz lo que te digo –rezongó con evidente nerviosismo.

Entonces, tanto los dos zíngaros como yo, no pudimos evitar soltar una carcajada y Lars nos miró sorprendido.

- Vamos –dije cuando pude dejar de reír apiadándome del joven.

Ambos nos alejamos de las llamas que iluminaban el claro y nos internamos en el bosque.

En cuanto las sombras nos envolvieron, Lars se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme con urgencia, casi como si la vida le fuera en ello.

Sus manos me apretaban los pechos por encima de la ropa y noté la dureza de su polla contra mi muslo derecho.

- Calma –susurré apartándolo un poco- Déjame que me quite la casaca.

Lars se contenía a duras penas siguiendo todos mis movimientos con creciente ansiedad.

- No sé qué me pasa –dijo con los dientes apretados- Nunca me había sentido así.

- Te dije que no abusaras del kirban –reí por lo bajo mientras me quitaba la última prenda- Es el afrodisíaco más potente que se conoce.

- Es lo que me imaginaba –dijo con un suspiro.

Después ya no hubo ocasión de decir nada más. Lars comenzó a lamerme los senos con una perseverancia admirable. Los chupó, los mordió y apretó hasta que los pezones se pusieron muy duros y enrojecidos. Al mismo tiempo, yo le apretaba los testículos y le acariciaba el pene con movimientos lentos y cadenciosos.  
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Lars tirara de mi brazo para colocarme a cuatro patas sobre el manto de hojas secas que cubría el suelo. Luego, se colocó detrás de mí y me penetró de una brusca embestida. Enseguida comenzó a follarme con un frenesí salvaje, entrando y saliendo de mi interior con la fuerza de un pistón. Estaba apoyado sobre mi espalda y me acariciaba los pechos pellizcándome de vez en cuando los pezones y nuestros jadeos parecían acompañar al silbido del viento entre las hojas.

Ambos nos corrimos en medio de una explosión de placer, pero Lars aún no estaba satisfecho así que me tumbé sobre la espalda y abrí las piernas, facilitándole el acceso a mi vulva enrojecida y aún rebosante de los fluidos de ambos.   Él se tumbó sobre mí y volvió a penetrarme de una violenta estocada. Sus labios se apoderaron una vez más de mi pezón izquierdo y lo recorrió con la lengua hasta que me sentí estremecida de placer. Su polla se movía en mi interior con un ritmo cada vez más rápido a pesar de que mi vagina se contraía apresándola con fuerza.

Una vez más, nos corrimos, pero el pene de Lars volvió a erguirse como un resorte en cuestión de segundos. Entonces le tumbé de espaldas sobre mi regazo, le puse las piernas sobre mis hombros para alcanzar su verga con mayor comodidad y comencé a lamerla desde la base hasta el capullo. Un poco más tarde, me la metí en la boca y la succioné como si quisiera ordeñarla.

Al mismo tiempo, le introduje dos dedos en el ano y los moví siguiendo el mismo ritmo de mis labios chupando su pene. Por fin descargó en mi boca con una fuerza inusitada y tragué toda su semilla con deleite.

- Me has dejado agotada, Lars –dije cogiéndole y apretándole contra mi pecho.
Lars sólo consiguió esbozar una sonrisa cansada antes de quedarse dormido.


7 comentarios:

  1. Genial! ,realmente un capitulo estupendo y la historia cada vez mas interesante, te felicito. Por el resto de tus historias, las echo de menos pero entiendo que la inspiracion es la que manda, y ahora estas totalmente inpirada en esta. Sigue asi. Muchas gracias y tenias razon, aunque aun voy solo por la mitad de "La suerte de los ladrones" me esta gustando mucho, de nuevo gracias.

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    1. Hola, Ilnag. Pues el segundo tomo, "La Oscuridad que acecha" se pone aún más interesante.

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  2. hala jajaja como te gusta escribir cosas guarrasss
    XD Me encantan!! La historia se pone de lo más interesante, porfa sigue pronto!

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    1. Pero qué morro tienes, Saito, como si a ti no te gustara escribir esas cosas, jajaja.

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  3. Fina. WWUUAAUU Minu, estA muy buena, gracias por el capitulo, Que pases una maravillosa semana, chao

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