jueves, 6 de septiembre de 2012

NOCHES DE SANGRE Y PASIÓN

 
 

Capítulo 1


El callejón, tenuemente iluminado por la luz amarillenta de una farola cercana, parecía vacío excepto por un par de ratas que devoraban los desperdicios de un contenedor de basura.
Una silueta delgada, tan silenciosa que ninguna de las ratas percibió su presencia, avanzó lentamente. La penumbra del callejón no parecía ser ningún impedimento, pues sorteaba con habilidad las botellas rotas y los orines de gato que alfombraban el suelo.
La luna se oscureció durante un instante, cuando una nube la cubrió. Entonces, lo que hasta ese momento sólo había sido una sombra más en el callejón, se movió para salir al encuentro del desconocido.
—Así que has venido —dijo la sombra con voz profunda.
—Sí —respondió el joven delgado. —Odio a los licántropos aún más que a ti, cainita.
El otro soltó una carcajada.
—Ya veo que todavía me guardas rencor, Elwan.
—Nunca te perdonaré, Dujan —dijo con la voz llena de amargura.
—¿Preferirías que hubiera muerto yo? —susurró Dujan con un brillo acerado en la mirada.
Elwan retrocedió involuntariamente. Sabía lo peligroso que era el cainita y que su genio podía encenderse en cuestión de segundos.
—Sabes que no —musitó al fin el muchacho.
Dujan clavó sus ojos oscuros en los del otro durante un momento y luego sonrió.
—Aún me quieres —afirmó con tono burlón.
El joven levantó la cabeza con brusquedad y la luz plateada de la luna bañó su rostro de hermosas facciones.
—Para ti fue sólo un juego divertido, ¿verdad? —dijo con la voz temblando de furia. —Debió ser una especie de desafío conseguir que un valaquian se enamorara de ti. Y seguro que te produjo un exquisito placer lograr tu objetivo.
—Elwan... —empezó a decir Dujan pero luego sacudió la cabeza y permaneció en silencio.
El valaquian esperó durante un instante que pareció eterno y luego, le dio la espalda.
—Será mejor que vayamos a la reunión de los licántropos —dijo en un murmullo, dirigiéndose a la salida del callejón.
El otro joven le siguió moviéndose con una velocidad prodigiosa y asustando a las ratas que continuaban comiendo sobre los contenedores.
Las calles estaban vacías a esas horas, así que no tuvieron que fingir que eran simples humanos y se deslizaron por las amplias avenidas con la gracia de dos hermosos escualos nadando entre los papeles y latas vacías que el viento arrastraba.
Por fin, llegaron a un almacén abandonado en la zona de los muelles y con sigilo treparon hasta el tejado para introducirse por la claraboya. Sentados sobre las vigas que cruzaban la parte alta del almacén, se dispusieron a esperar a que sus enemigos comenzaran a aparecer.
Unos minutos después, entró un joven alto y moreno en el almacén, miró a su alrededor y luego levantó la nariz olfateando el aire. Pareció mirar hacia el sitio donde se ocultaban los dos vampiros durante un momento, pero luego se volvió y se perdió entre las sombras.
Al rato comenzaron a llegar licántropos y enseguida el almacén estuvo lleno y el sonido de los murmullos expectantes envolvió a los dos vampiros que observaban desde arriba.
De pronto, se hizo el silencio y un hombre alto y corpulento subió de un ágil salto a una especie de tarima improvisada con un par de enormes cajas de madera.
Con un gesto parsimonioso se pasó la mano por los cabellos castaños y después fijó sus penetrantes ojos en la multitud.
—Hermanos —empezó con un tono suave que sin embargo, se escuchó en todos los rincones del almacén- Ha llegado el momento de atacar a esos malditos vampiros.
La multitud mostró su conformidad lanzando gritos de entusiasmo.
—Pero tenemos que ser cautos —siguió diciendo su líder. —Los clanes están muy bien organizados y si les damos tiempo, se unirán todos contra nosotros. Por eso hay que aprovechar esta oportunidad que nos han brindado tan generosamente.
Dujan y Elwan escuchaban atentamente desde su escondite y al oír esas palabras, se miraron con gesto preocupado.
—Ahora que el maestre del clan Valaquian ha muerto es nuestra oportunidad para acabar con ese clan de chalados —estaba diciendo en ese momento el licántropo. —Aprovecharemos su desconcierto y mataremos a todos los que podamos antes de que los demás clanes puedan ayudarlos.
Elwan se puso rígido y miró a Dujan con ira.
—Van atacarnos y todo por tu culpa —susurró con el rostro crispado. —Tú mataste a nuestro maestro.
—Shhh —le hizo callar Dujan tapándole la boca con la mano.
Elwan asintió después de un momento y el otro vampiro retiró la mano.
Mientras tanto, los licántropos escuchaban embelesados al jefe de la manada ajenos a la presencia de los vampiros.
—Atacaremos dentro de dos noches —comenzó a dar instrucciones el alto licántropo mientras Elwan, cada vez más alterado, sacaba una pequeña pelota roja de su bolsillo y se ponía a estrujarla intentando controlar su nerviosismo.
Unos segundos después, resbaló de sus dedos y cayó al vacío. Elwan y Dujan observaron cómo caía y pareció que transcurrió una eternidad antes de que rebotara contra una de las cajas que se amontonaban junto al muro. Cientos de ojos siguieron el movimiento de la pelota y luego se dirigieron hacía la viga donde los dos vampiros permanecían inmóviles.
—Oh, vaya... —fue lo único que alcanzó a decir Elwan antes de que Dujan le cogiera por el cuello de la camisa y lo pusiera en pie de un tirón.
—¡Corre! —gritó y los dos se dirigieron a la ventana por la que habían entrado en medio de los rugidos encolerizados de la muchedumbre.
Moviéndose con una velocidad inhumana atravesaron la ventana y salieron al exterior, mientras los licántropos les pisaban los talones.
Corrieron a lo largo de las estrechas callejuelas sorteando los obstáculos que encontraban en su camino, oyendo cada vez más cerca las pisadas de sus perseguidores.
Dujan dobló una esquina seguido por Elwan y un muro de piedra oscura apareció frente a ellos.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Elwan que oía los jadeos de los licántropos muy cerca de allí.
Dujan miró a su alrededor buscando alguna vía de escape pero sólo encontró sólidos muros. Se acercó a uno de ellos calculando si le daría tiempo a abrir un boquete antes de que sus perseguidores se les echaran encima y, en ese momento, un bloque de piedra que había a sus pies se movió abriendo un hueco en el suelo.
—¡Por aquí, rápido! —dijo el joven moreno que habían visto antes en el almacén.
El vampiro dudó un instante pero sus enemigos se acercaban peligrosamente así que cogió a Elwan por el brazo y le obligó a introducirse en el oscuro agujero. Luego, él mismo se dejó caer aterrizando con felina elegancia sobre el húmedo suelo.
El joven licántropo les hizo señas para que lo siguieran y los tres corrieron por el angosto pasadizo hasta llegar a una sala iluminada por lámparas de gas.
En un rincón había una mesa y un par de sillas y en el lado opuesto un sofá destartalado.
—Aquí estaréis a salvo —dijo su desconocido benefactor. —Esperad un par de horas antes de salir y no tendréis ningún problema.
—¿Por qué nos ayudas? —preguntó Elwan con desconfianza.
—Porque odio a ese ególatra más aún que vosotros —respondió.
—¿Te refieres a Dam? —volvió a preguntar el vampiro.
El otro asintió.
—Pensaba que era muy respetado entre todos los licántropos.
—No entre todos —musitó el hombre lobo. —Tengo que irme.
Se volvió para salir pero Dujan lo sujetó por el brazo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó.
El brazo del licántropo se tensó y Dujan aflojó su presa.
Por un momento, ambos vampiros creyeron que no iba a responder, pero antes de alejarse por el pasillo, volvió la cabeza y susurró:
—Sai.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este primer capitulo, voy a leer enseguida el segundo, la historia pinta interesante

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  2. Gracias por comentar y me alegro mucho de que te haya gustado.

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