jueves, 6 de septiembre de 2012

LA TORRE NEGRA



CAPÍTULO 1
 
La luna se alzó en lo alto del firmamento bañando con su luz plateada los troncos retorcidos de los árboles que crecían a los pies del alto pico. El joven se detuvo un momento y miró hacia la oscura torre que lo coronaba. Había sido construida con bloques de una extraña piedra, tan lisa y negra, que parecía absorber la escasa luz procedente de la luna llena.
De pronto, una ráfaga de aire helado le azotó el rostro y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Sabía lo que le esperaba en la torre pero no podía echarse atrás, su deseo era más fuerte que cualquier temor.
Ascendió la empinada ladera con decisión a pesar de los innumerables ojos que relucían en la oscuridad, acechándolo. Poco antes de que los primeros rayos del sol se asomaran por encima de las montañas, alcanzó la torre. Estaba empapado de sudor y respiraba agitadamente pero una sensación de triunfo le embargó cuando sus manos acariciaron la suave pared de piedra.
La gruesa puerta de madera crujió y se abrió lentamente dando paso a un gato casi tan grande como una pantera; el felino se acercó a Ric silenciosamente, se sentó sobre sus cuartos traseros y le observó durante unos instantes. Luego, se dio la vuelta y caminó despacio hacia el interior de la torre.
Ric dudó un momento y después le siguió. Al entrar, las tinieblas lo envolvieron y el pánico se apoderó de él, sin embargo, enseguida pudo vislumbrar una tenue luz un poco más adelante y se dirigió rápidamente hacia allí.
La luz provenía de unas extrañas criaturas fosforescentes parecidas a gusanos que se arrastraban por las paredes y el suelo. De vez en cuando, alguna de ellas alcanzaba a otra y entonces, la devoraba y su tamaño se duplicaba.
Ric se acercó a observarlas con curiosidad, se inclinó para ver mejor la forma anillada de sus cuerpos y una de ellas saltó sobre su hombro derecho. En pocos segundos, los afilados dientes traspasaron la casaca de cuero y se clavaron profundamente en su carne.
—¡Ah!¡Maldito engendro! —gritó Ric arrojándola al suelo de un manotazo y aplastándola de un pisotón.
En ese momento escuchó un ronco gruñido y vio al gato esperando al otro lado del largo pasadizo. Corrió hacia allí deseando alejarse de los gusanos y penetró en una sala iluminada por el fuego que ardía en una enorme chimenea.
Junto a ella, y de espaldas a él había un hombre vestido de rojo oscuro. Sus cabellos caoba brillaban más rojos aún por el reflejo de las llamas y su cuerpo, flexible y poderoso, permanecía completamente inmóvil.
Ric le observó mudo hasta que se giró y le miró a su vez.
—¿Qué has venido a buscar? —le preguntó clavando en él sus ojos tan negros como una noche sin estrellas.
—Conocimiento —respondió Ric.
—¿Ahora lo llaman así? —sonrió con ironía el extraño personaje.
Ric no respondió.
—Sé lo que quieres, Ric —continuó diciendo el joven. —Pero todo tiene un precio.
—¿Cómo sabes mi nombre?
El dueño de la torre rió divertido.
—Sé todo sobre ti. Y ahora, dime, ¿estás dispuesto a pagar?
—Por supuesto —contestó Ric haciendo intención de sacar algo del morral.
—No es algo que puedas pagar con monedas.
—Entonces, ¿cuál es el precio?
—Tu cordura —respondió mirándole a los ojos.
A Ric le pareció que todo giraba a su alrededor y sintió que era absorbido por la negrura de esos ojos misteriosos.
Se encontró en un sitio húmedo y tan oscuro que pensó que se había quedado ciego. Un miedo irracional a que le hubieran arrebatado los ojos hizo que se llevara las manos a la cara para comprobar que aún seguían ahí a pesar de la siniestra oscuridad que lo rodeaba. En el momento en que levantó los brazos se dio cuenta de que se hallaba completamente desnudo y se encogió.
Una sustancia dulce y pegajosa empezó a caer desde arriba y comenzó a manchar sus hombros, la espalda y el resto de su cuerpo. Ric intentó apartarse, pero sus músculos no le respondieron, los brazos cayeron inertes y se recostó en el suelo dejando que el líquido le cubriera por completo.
Algo húmedo y caliente empezó a recorrer su pie izquierdo.
—¿Una lengua? —se preguntó a sí mismo confuso. —No, son muchas...
Las tinieblas impenetrables no le permitían ver a las criaturas que estaban lamiéndolo, pero las lenguas eran mucho más largas que las de un ser humano. Sentía cómo le recorrían cada milímetro de piel, saboreando la sustancia que lo cubría con una avidez que le llenaba de terror. Una de ellas, le lamía el pie lentamente, buscando entre los dedos y a lo largo de la planta con una parsimonia que le enervaba los nervios. Las demás recorrían el resto de su cuerpo sin dejar ninguna parte a salvo de su intromisión. Notaba cómo le lamían el pene y los testículos una y otra vez. Siempre con un ritmo cadencioso que le producía una excitación que no deseaba pero que no era capaz de impedir.
Su polla se puso dura y las lenguas le continuaron lamiendo, imperturbables, sólo atentas a limpiar cualquier residuo de la dulce sustancia. Hacía un rato que una de ellas se había introducido en su boca y la recorría de parte a parte y ahora otra intentaba meterse por su ano abierto y expuesto. Intentó con todas fuerzas expulsarla de su interior pero su oposición era inútil y la lengua avanzó por el recto y penetró muy profundamente.
Un escalofrío lo recorrió cuando trató de imaginar qué clase de criatura tendría una lengua tan larga y gruesa como ésa.
Su excitación culminó pero las lenguas continuaron impasibles, y Ric sintió pánico. Parecía como si la única finalidad de su existencia fuera lamer su cuerpo desnudo, introduciéndose en todos sus rincones, en todos sus orificios. Y ¿si eso continuaba indefinidamente? ¿Podría aguantar su cuerpo exhausto mucho tiempo? Sintió que su miembro volvía a ponerse duro y luego, la negrura se apoderó de él.
Cuando recobró la consciencia estaba en la sala donde había visto al hombre de rojo. Sus ropas seguían en su sitio y no quedaba rastro de la sustancia que lo había embadurnado sólo unos momentos antes, o eso creía al menos.
—Ric... —escuchó la voz suave de él. —Ahora que sabes el tipo de precio que te exijo, ¿sigues dispuesto a pagarlo?
—Yo... —el joven consiguió hacer pasar el nudo que tenía en la garganta y le miró con decisión. —Sí.
—Muy bien, entonces —sonrió mirándole con una ansiedad que nunca había visto en otro rostro humano.
Los ojos negros le inmovilizaron y su voluntad se escapó como un pájaro de su jaula.
—Ahora eres mío —dijo el hombre con deleite. —Mío... para cumplir mis caprichos, para morir... si eso me divierte.
—Pero... —empezó Ric con temor. —Yo no he dicho que...
—¡Silencio! —replicó el joven con enojo. —El pacto está sellado. Has dicho que pagarías el precio y no ha habido ningún engaño por mi parte.
—Si consigo lo que ansío no me importará pagar —respondió Ric después de un momento de reflexión.
—¿De qué te servirá si pierdes tu vida? —sonrió sarcástico. —Los humanos sois unos estúpidos.
—Mi vida no es más que una gota de agua en el océano —respondió el joven mirándolo desafiante. —Pero si mi deseo se cumple, seré grande entre los míos.
—Si es eso lo único que buscas, te compadezco —dijo el hombre con desprecio.
—¿Puedo saber tu nombre? —preguntó Ric intentando cambiar de tema.
—Damien —contestó con un tono que le pareció melancólico al joven, pero cuando quiso mirar su rostro, ya se había vuelto hacia las llamas que danzaban en la chimenea.
Después de unos instantes se volvió y se acercó a él. En la mano llevaba una fina argolla de plata y con un rápido movimiento se la colocó a Ric en el cuello y la cerró; después le puso una cadena y tiró de ella con suavidad.
El cuerpo de Ric se movió obediente acercándose un poco más a su dueño.
—Desnúdate —ordenó Damien sentándose en un cómodo sillón, sin soltar la cadena.
Una vez más el cuerpo se movió ajeno a su voluntad y Ric comenzó a quitarse las prendas que lo cubrían.
Cuando estuvo desnudo, Damien le miró detenidamente sin hacer caso del rubor que cubría las mejillas de su joven esclavo.
—Date la vuelta —volvió a ordenar con voz susurrante.
Ric se movió dándole la espalda.
—Está bien —dijo después de un momento su dueño. —Puedes volverte.
Ric obedeció con lentitud y miró una vez más los ojos helados del otro.
—Ahora quiero que te masturbes delante de mí —dijo con rostro impasible.
—¿Por qué? —preguntó él sintiendo arder su rostro. —¿Deseas humillarme?
—Eres sólo un esclavo. No intentes conocer mis razones —dijo con voz suave y a continuación hizo un gesto de impaciencia.
La mano de Ric bajó a su pene y comenzó a frotarlo lentamente. Sentía la intensa mirada de Damien sobre él pero no podía dejar de acariciarse, a pesar de que su alma se rebelaba contra esa manipulación.
—Siéntate y abre bien las piernas —volvió a ordenar con tono monocorde.
El joven obedeció y continuó dándose placer en esa postura que no permitía ni un retazo de pudor.
—Más deprisa, Ric —pidió Damien levantándose perezosamente y acercándose a él. —Eleva las caderas.
Apoyándose sobre los talones y una de las manos, el joven se levantó un poco dejando al descubierto los testículos y el ano.
El hombre de cabellos de caoba se inclinó sobre él y le rozó suavemente el pene y los testículos con las puntas de los dedos.
—No esperes placer de mí —dijo con una sonrisa sosegada. —Al menos como el que has conocido antes.
Sin darle tiempo a contestar, le introdujo dos dedos en el ano con una fuerza que lo sobrecogió. La otra mano le acarició el pecho deteniéndose en los pezones para pellizcárselos.
Lentamente se arrodilló junto a él y empezó a lamerle el cuello, después bajó y siguió chupando el hueco de la clavícula hasta llegar a los pezones que succionó con energía. Ric sentía sus labios húmedos recorriendo su piel, al tiempo que la cálida lengua le hacía estremecer de deleite. Su mano incrementó el ritmo de sus caricias haciendo que su miembro se empalmara con rapidez, y roncos gemidos de placer escaparon de entre sus labios apretados.
De pronto, notó un ligero pinchazo en su pezón izquierdo y la sangre comenzó a manar un instante antes de ser ávidamente lamida por la lengua de Damien.
—Hm —gimió sintiendo un placer desconocido. Sus ojos estaban cerrados y su cuerpo temblaba sin control mientras el vampiro sorbía la sangre que brotaba de las dos pequeñas incisiones.
Cuando el semen salió de su pene hinchado y se derramó sobre sus piernas temblorosas, la oscuridad lo acogió de nuevo.
Volvía a estar en la húmeda mazmorra y su cuerpo estaba tan laxo como antes. Escuchó el ruido que hacían unos seres invisibles, arrastrándose hacia él en la oscuridad y abrió la boca para lanzar un grito de terror pero su lengua había enmudecido.
Algo frío y viscoso le tocó la pierna y Ric se estremeció. Un cuerpo largo y grueso, parecido a una serpiente, se enroscó en su pierna y se deslizó por ella hasta llegar a su vientre desnudo. La criatura, dejando un rastro húmedo sobre su piel, siguió avanzando a lo largo de su cuerpo, hasta llegar a su rostro. Tanteando encontró su boca y empujó para abrirla. El joven sintió que todo su cuerpo se revolvía de repugnancia cuando la cabeza redondeada del ser, se introdujo en su boca y siguió avanzando hasta tocar la campanilla. Ric creyó que iba a asfixiarlo pero se detuvo allí.
Enseguida, otra criatura aún más grande trepó por sus piernas y se abrió paso a través de su ano, mientras una tercera, algo más pequeña que las otras dos, se enroscaba en su pene y comenzaba a frotarlo con todo su cuerpo. El ser que se había introducido en su intestino, comenzó a moverse rítmicamente, y la polla de Ric, ante su mirada incrédula, comenzó a erguirse.
—¡No! No es posible que me excite con esos monstruos repulsivos —pensó con desesperación, pero los movimientos sinuosos de la criatura que tenía enroscada en el pene, hacían que su excitación aumentara por momentos.
Se sentía traspasado por todas partes y el sudor recorría su pecho, su espalda, su vientre... Sin poderlo evitar, sus caderas comenzaron a acompañar el movimiento de las criaturas que lo penetraban y por sus mejillas enrojecidas comenzaron a deslizarse lágrimas de vergüenza y de impotencia. Cuando finalmente alcanzó el orgasmo, una vez más, la inconsciencia se apoderó de él.


4 comentarios:

  1. Guauuuuuuu impresionada me quede solo queria darle una ojeada pero fue imposible!!!!!! gracias por esta historia yo soy tu esclava Minu para siempre jejejjjjj gracias y besosssss...

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    1. Jajaja, muchas gracias, MLuisa. Me alegra mucho que te guste la historia. Besoss.

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    1. Hola, Eilyn. Me alegro de que te haya gustado. Besoss.

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